Elefante africano |
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Clasificación científica
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Nombre binomial |
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Loxodonta africana |
El elefante africano (Loxodonta africana) es el mayor mamífero
terrestre que existe en la actualidad. Se trata de una de las dos últimas
especies de proboscídeos que sobreviven hoy en día, siendo la otra el elefante
asiático (Elephas maximus).
Los machos alcanzan normalmente los 6.7 - 7 metros de longitud y 3.05 - 3.35
m de altura, con un peso de 5,400 - 6,000 Kg, aunque el rango
"general" es de 2.74 - 3.80 m de altura, y un peso de 4,500 - 7,300
Kg, sin embargo se tiene noticia de un individuo masculino de 4.2 metros y un
peso de 12,274 Kg, que fue abatido en 1955 en Angola, cuyo cuerpo se encuentra
disecado en el Museo de Historia Natural de Washington. Cuando se mueven, lo
hacen a razón de unos 6 kilómetros por hora a paso firme, aunque cuando se
asustan o enfadan pueden correr a velocidades superiores a los 40 km/h.
El elefante africano se caracteriza por su gran cabeza, amplias orejas que
cubren los hombros e irradian el exceso de calor hacia el exterior, trompa
larga y musculosa, presencia de dos "colmillos" (en realidad, incisivos)
en la mandíbula superior, bien desarrollados en ambos sexos aunque mayores en
los machos, cuello corto casi inexistente, amplio cuerpo en forma de barril,
patas largas y gruesas como columnas y cola no muy larga. El animal está
aislado del exterior por una gruesa capa de piel correosa gris-pardo, salpicada
de pelos poco desarrollados en su mayor parte y sólo largos y de color negro en
el extremo de la cola. Las patas traseras tienen 3 dedos en forma de pezuña,
mientras que el número de dedos en las delanteras varía entre 4 y 5 según los
ejemplares. La frente es más suave y menos abombada que en el elefante indio.
La trompa es el órgano más característico de este animal. Está formada por
la fusión y elongación de la nariz y el labio superior, formando un poderoso
órgano flexible y fuerte de puro músculo, sin huesos. En su extremo está
rematada por dos lóbulos que pueden usarse a modo de "mano" para
agarrar objetos, como por ejemplo comida y agua que el animal se lleva a la
boca (algo muy útil teniendo en cuenta que estos animales no tienen casi
cuello). La trompa también se usa para oler (evidentemente), darse baños de
agua y polvo y comunicarse con otros elefantes, tanto por medio de feromonas,
como por la gesticulación. Algunos de los mensajes emitidos según la posición
de la trompa son:
Además del olfato, el oído (muy desarrollado, capaz de captar infrasonidos
inaudibles para los humanos) y el tacto, los elefantes reciben también bastante
información por medio de vibraciones en el suelo que recogen por la planta de
los pies. Éstas pueden ser emitidas por otros elefantes (por ejemplo, hembras
ovulando que buscan un compañero en la época de celo), pero también identifican
las primeras vibraciones de los terremotos o las que provocan los cursos de
agua, en ocasiones muy alejados del animal. Ésto último es de vital importancia
en zonas muy secas, como el desierto de Namibia, donde los elefantes deben
desplazarse a lo largo de cientos de kilómetros para encontrar lugares donde
encontrar agua y comida.
Elefante ramoneando en la copa de un árbol
Los elefantes africanos son animales vegetarianos (hervíboros). Según
habiten en el bosque, en las praderas o los semidesiertos, el porcentaje de
hierbas y hojas de árboles o arbustos de su dieta varía notablemente. Para
triturarlos se valen solamente de 4 molares de gran tamaño (dos en cada
mandíbula) de 10 cm. de ancho y 30 de largo. Debido al constante uso, estos
molares se desgastan con el paso de los años y son sustituidos varias veces a
lo largo de la vida del animal. Hacia los 15 los dientes de leche son
reemplazados por otros nuevos que duran hasta los 30 y luego por otros que se
desgastan pasados los cuarenta, siendo sustituidos por unos últimos dientes que
duran hasta aproximadamente los 65 años, 70 como mucho. Poco después el animal
muere de inanición al no poder alimentarse correctamente. En cautividad, se han
dado casos de individuos que han superado los 80 años.
Estos animales son considerados bastante "derrochadores", pues es
normal que ingieran un promedio de 225 kilos de materia vegetal que en su mayor
parte no es digerido del todo cuando defecan. Esto, unido a las enormes
distancias que pueden recorrer diariamente en busca de más comida, contribuye
notablemente a la dispersión de muchas semillas de plantas que germinan en
medio de una montaña de excrementos llenas de nutrientes. En sus periplos con
fines alimenticios, los elefantes arrancan todo tipo de plantas del suelo y
derriban árboles con los colmillos, como auténticos bulldozers vivientes, en
caso de no poder llegar a la copa ni irguiéndose sobre las patas traseras. Se
puede decir que llevan la devastación con ellos. Esto ocasiona graves problemas
para los otros animales y los propios elefantes en los parques nacionales donde
hay exceso de ejemplares, por lo que los responsables de los parques con exceso
de ejemplares suelen contactar con otros donde los elefantes son menos
numerosos y trasladar los individuos de más allí.
En cuanto al agua, los elefantes también la ingieren en grandes cantidades,
unos 190 litros al día.
Manada de elefantes africanos en África Oriental
Los elefantes africanos son animales notablemente inteligentes. De hecho, los
experimentos sobre el razonamiento y el aprendizaje realizados sobre ellos
indican que son los afrotherios más listos que existen junto con sus primos
asiáticos. Esto se debe en buena medida a su gran cerebro, hogar de la famosa memoria
de elefante.
Las manadas están formadas por hembras emparentadas y sus crías de
diferentes edades, dirigidas por la hembra de mayor edad, a la que se da el
nombre de matriarca. En ocasiones las acompaña algún macho adulto, pero
éstos suelen abandonar la manada cuando llegan a la adolescencia y formar
bandas con otros animales de su edad, para posteriormente llevar una vida
solitaria, acercándose normalmente a las manadas de hembras solamente durante
la época de celo. No obstante, los elefantes machos tampoco se alejan en exceso
de su familia y la reconocen perfectamente cuando vuelven a encontrarla. En
ocasiones, las manadas de hembras pueden fusionarse durante un tiempo, llegando
a incluir cientos de individuos.
La matriarca decide el camino a seguir y muestra a los demás integrantes de
la manada todos los acuíferos que conoce y que el resto memorizará para el
futuro. La relación dentro de la manada es muy estrecha, cuando una hembra pare
una cría, el resto se acercan para "saludarla" tocándole con la
trompa; y cuando un individuo viejo muere, el resto la acompaña en ese difícil
tránsito y se queda junto al cadáver durante un tiempo. Los famosos cementerios
de elefantes son un mito, pero bien es verdad que estos animales saben lo que
es un cadáver de su especie y parecen tratarlo con respeto cuando encuentran
uno durante sus viajes, aunque sea de un desconocido, rodeándole y a veces
tocándole la frente con la trompa.
El apareamiento ocurre cuando la hembra se siente preparada, algo que puede
ocurrir en cualquier época del año. En ese momento emite infrasonidos que
atraen a los machos, a veces situados a varios kilómetros. Éstos llegan en los
días sucesivos a la manada y pelean cabeza contra cabeza con los demás,
causándose heridas en la cara y a veces partiéndose algún cólmillo. El más
fuerte (en caso de que la hembra lo acepte, indicándolo al frotar su cuerpo con
el suyo) se aparea con ella y luego cada uno sigue su camino. Tras 22 meses de
gestación (la más larga en los mamíferos), la hembra pare una sola cría de 90
cm. de altura y un peso de 100 kilos, que mama leche a veces hasta los 5 años
de edad, aunque ya come alimento sólido desde los 6 meses. A los pocos días ya
puede seguir a la manada y entonces la matriarca ordena que se reanude la
marcha.
Por el cuidado de muchos expertos primeros en Africa, los elefantes han
tenido un aumento en su actividad sexual natural, y como resultado, la
población se ha triplicado en las últimas décadas.
Los individuos adultos carecen de depredadores gracias a su gran tamaño,
pero las crías, sobre todo si han nacido hace poco, son vulnerables a los
ataques de leones, leopardos, cocodrilos y más raramente, hienas. Esta
depredación y la falta de agua en las épocas de sequía causan una mortalidad
infantil considerable en esta especie, a pesar de los esfuerzos de todas las
hembras del grupo, que suelen atacar a cualquier animal que ose acercarse a la
manada. De entre todos estos, los elefantes africanos tienen especial aversión
por los rinocerontes, hasta el punto de que los atacan nada más verlos. Este
comportamiento se observa sobre todo en los machos, especialmente los más
jóvenes.
Por último, conviene citar al hombre, que ha perseguido al elefante africano
desde la antigüedad, tanto por su carne como (más frecuentemente) por sus
valiosos colmillos. Esta caza se disparó en los siglos XIX y XX, cuando se le
unió la caza por deporte, cada vez más demandada por las élites norteamericanas
y europeas, y la conversión de grandes extensiones de selva y sabana en
plantaciones. En 1989 se prohibió la caza del elefante africano y el tráfico de
marfil, después de que la población pasase de varios millones a principios del
s.XX a menos de 700000, habiéndose reducido en un 50% durante la década de los
80. Los científicos calcularon que, de seguir la tendencia existente y no tomar
ninguna medida, el elefante se extinguiría en 1995. Por suerte, la protección
de que goza actualmente este animal ha surtido efecto y eso ha podido evitarse,
pero a pesar de que los gobiernos africanos imponen cada vez penas más duras
contra el furtivismo, la caza furtiva sigue produciéndose hoy en día. El CITES
sigue considerando que la especie está en peligro de extinción.
Los zoólogos reconocen dos subespecies de elefante africano, aunque en los
últimos tiempos hay una corriente con bastante fuerza (basada en diferencias
anatómicas, genéticas y de comportamiento) que opina que deberían ser
reconocidas como especies separadas. Estas subespecies son:
Además, existen dos posibles subespecies que por ahora no han sido
reconocidas formalmente por la comunidad científica:
Wikipedia
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