León Americano
Estado de conservación: Extinto en época
prehistórica desde c. 8000 adC |
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Clasificación científica |
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Nombre trinomial |
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Panthera
leo atrox |
Panthera leo atrox es el nombre científico de una subespecie extinta
de león que habitó en el oeste de América durante el Pleistoceno, extendiéndose
su área de distribución desde Alaska hasta el sur de México. Quizás se haya
escuchado que abarcó hasta el sur de Perú (incluso norte de Chile), pero la
verdad no es así (fue confundido con otro félido fósil). Suele recibir los
nombres comunes de "león americano" o "león de las
cavernas", los cuales, fuera de contexto, pueden llevar a confusiones con
el puma (Puma concolor) y el león cavernario de Eurasia (Panthera leo
spelaea), que también son conocidos por esos nombres. El P. l. spelaea
estaba estrechamente emparentado con el P. l. atrox, que probablemente
se originó a partir de una población de leones cavernarios que cruzaron el
puente de tierra que, durante la Era Glacial, comunicaba Siberia con Alaska.
Aunque menores que los leones de las cavernas eurasiáticos (los felinos más
grandes que han existido jamás), los leones americanos eran enormes, en torno a
un 25% (3'5 metros de longitud) más grandes que los leones africanos actuales.
Superaban en tamaño a todos los carnívoros del continente, con la sola
excepción de los osos de cara corta del género Arctodus. Dado que éstos
eran tanto o más carroñeros que cazadores, se puede decir que los leones eran
los depredadores dominantes en la América glacial, por encima de animales como
los lobos gigantes o los "tigres" dientes de sable. Los machos tenían
un peso de entre 272 y 363 kilos y las hembras pesaban unos 215 kg.
Además del tamaño, se da el caso de que los leones americanos tenian el
cerebro más grande en relación al resto del cuerpo de todos los leones, lo que
les haría particularmente inteligentes y capaces de llevar a cabo complejas
tácticas de caza en manada. Su conducta social queda probada también por el
frecuente hallazgo de manadas enteras en cuevas y pozos de brea como los de Los
Ángeles, donde se han recuperado cerca de 100 esqueletos completos de estos
animales.
Al contrario que Europa, la Norteamérica del Paleolítico carece de pinturas
rupestres que permitan conocer el aspecto en vida de la megafauna local. La
mayoría de las reconstrucciones pictóricas suelen representar los leones
americanos con un aspecto muy similar al de sus parientes africanos, pero es
más probable que fuesen bastante diferentes en su aspecto externo, como ocurre
con los leones cavernarios de Eurasia. Las representaciones prehistóricas de
éstos dibujan machos sin melena, y en algunos casos se aprecian unas pocas
manchas o rayas cortas en la cola o cuartos traseros (se ha sugerido que el arte
rupestre no dibuja melenas porque los hombres primitivos sólo representaban
hembras, pero hay casos como el del león de la cueva francesa de Combarelles
donde se aprecia claramente el sexo masculino del animal).
La caza en manada y su robusta constitución física les permitía capturar
todo tipo de grandes animales, principalmente asnos, caballos, ciervos y bisontes,
que entonces abundaban en América. También abatían jóvenes mamuts y mastodontes.
El primer resto conocido
(media mandíbula) fue estudiado en 1853 por Joseph Leidy, que lo adscribió a
una nueva especie, Felis atrox. La reestructuración de la
clasificación de los felinos trasladó a todos los grandes gatos (tigres,
leones, leopardos y jaguares) a un género propio, Panthera. Pronto se
descubrieron muchos más restos que permitieron identificar al Panthera atrox
como una subespecie americana del león, y por tanto perteneciente a la especie Panthera
leo.
Sin embargo, en 1996, Groiss detectó una serie de semejanzas craneales entre
los leones cavernarios y los tigres, y enunció la posibilidad de que estos
animales fuesen en realidad subespecies de Panthera tigris y no Panthera
leo. Se da el caso además, de que se han descubierto algunos restos
similares a tigres en yacimientos del Pleistoceno temprano de Alaska, en torno
a los 100.000 años de antigüedad. Aunque aún no han sido clasificados
debidamente, estos restos se interpretan como pertenecientes a una especie
cercana al tigre o quizás una subespecie primitiva de él relacionada con el
actual tigre siberiano. ¿Podrían los leones americanos descender de estos
animales, en realidad, y no ser leones sino tigres?
Aunque no muy desarrollada, se generó una pequeña polémica a este respecto entre
diferentes autores. En 2004, los análisis moleculares de Burger demostraron que
los leones cavernarios de Europa y Asia no eran tigres, sino leones (aunque no
estaban emparentados con ninguna subespecie actual de león en particular). Dado
el fuerte parecido entre los leones eurasiáticos y los americanos, lo más
probable es que los americanos sean también auténticos leones y que las
semejanzas con los tigres notadas por Groiss sean en realidad caracteres
primitivos que se han mantenido en estas subespecies pero que se han perdido en
las otras. No obstante, hace falta un examen similar al de los leones europeos,
hecho esta vez con restos óseos americanos, para que se pueda afirmar al 100%
que los leones americanos eran auténticos leones.
Los leones americanos son una de las víctimas desaparecidas en la
gran extinción americana de finales del Pleistoceno. Las causas de esta
extinción masiva, que se llevó por delante a todos los proboscídeos americanos,
los caballos, los bisontes esteparios, los megaterios y muchos más animales
suelen interpretarse como el resultado de una conjunción de catástrofes
climáticas ocurridas al final de la Era Glacial.
Otros autores señalan a los antepasados de los indios americanos como los
causantes principales de ese declive, que entraron en América desde Siberia
hace unos 15000 años y se expandieron rápidamente hasta alcanzar la Tierra del
Fuego hace 8000 años. Al contrario que en otros lugares, la megafauna americana
no había sufrido nunca antes la depredación de algún homínido y habría
sucumbido fácilmente a las trampas, las azagayas y las flechas de los nuevos
invasores. La relación entre los paleoamerindios y los leones era bastante
ambigua a este respecto, puesto que parece que se cazaban los unos a los otros
y viceversa. La Cueva del Jaguar, en Idaho, muestra los restos de leones
cavernarios muertos y consumidos por humanos hace 10300 años.
Los restos de leones americanos más recientes se encuentran cada vez más al
sur, en México y luego en Perú, algo que casa bastante bien con un exterminio
de origen humano iniciado con la llegada de los cazadores desde el norte.
Wikipedia
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