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Elefante

 

 

Elefantes africano y asiático juntos

 

Elefantes africano y asiático juntos

 

 

Clasificación científica

 

Reino:

Animalia

Filo:

Chordata

Subfilo:

Vertebrata

Clase:

Mammalia

Orden:

Proboscidea

Familia:

Elephantidae
Gray, 1821

Géneros y especies

 

Un elefante es un mamífero terrestre de color grisáceo que en la actualidad se encuentra distribuido en África y el sur de Asia.

Presentan una prolongación nasal muy desarrollada denominada probóscide (comúnmente conocida como trompa) que gracias a su desarrollada musculatura les permiten utilizarla a modo de mano para agarrar objetos y comida. Los elefantes también poseen colmillos, grandes dientes que salen de su mandíbula superior. Los colmillos de elefante son una gran fuente de marfil, pero debido a la creciente rareza de los elefantes, casi toda la cacería y tráfico son ahora ilegales. Los colmillos del elefante pueden pesar hasta 120 kg y tener hasta 3 m de longitud, aunque lo normal es que midan menos de 1 metro. Estos colmillos no son dientes caninos, sino incisivos extremadamente largos y el marfil es la dentina que los forma. Otra de las características principales de los elefantes es que poseen unos grandes pabellones auditivos (mayores en el elefante africano que en el asiático). La principal función de estas orejas es la termorregulación del animal. Al estar muy vascularizadas permiten un correcto enfriamiento de la sangre, que en animales de ese volumen sería difícil conseguir por otros medios.

Se alimentan casi exclusivamente de hierbas, cortezas de árboles y algunos arbustos, de los que pueden llegar a ingerir 200 kilogramos en un día. Son los mamíferos terrestres más grandes que se conocen, en proporción de tamaño y peso. Un macho adulto africano puede llegar a pesar 7.500 kg, aunque el récord conocido es de más de 12.000 kg. Viven generalmente hasta los 60 años aproximadamente y en casos extremos pueden llegar a comer carne humana. El elefante produce una variada gama de sonidos con los cuales expresa diversas emociones. El más conocido de estos sonidos es el barrito, que hace cuando está asustado.

 

Realidades y mitos

En general suele relacionarse al elefante con la buena memoria. ¿Tiene esto alguna base científica o es sólo una creencia popular sin fundamento? Pues bien, estudios realizados por la Universidad de Sussex en Kenia, dirigidos por la doctora Karen McComb, parecen confirmarlo. Estudiando las comunicaciones entre elefantes del Parque Nacional Amboseli los investigadores llegaron a la conclusión de que estos animales eran capaces de reconocer la llamada de más de cien individuos diferentes. Al parecer estos sonidos, similares a un gruñido agudo, pueden servir para identificar a los demás individuos y formar parte de una red social relativamente compleja.

Otros estudios, dirigidos también por Karen McComb, confirmaron la capacidad de los elefantes de reconocer los restos de cadáveres de su misma especie, prestando especial atención a los correspondientes a miembros de su manada, que al parecer distinguen por su olor. Cuando se encuentran con estos restos parecen rendirles un particular homenaje póstumo, tocándolos con sus trompas y pezuñas. Sin embargo, ante huesos de otras especies su indiferencia es total.

Mucha gente piensa que los elefantes tienen miedo a los ratones. En realidad, lo que ocurre es que los elefantes tienen una mala visión: sus ojos están a los lados de la cabeza en lugar de estar orientados hacia delante, lo que hace que no puedan distinguir con claridad cualquier cosa pequeña que se mueva delante de ellos. Esto hace que no soporten las sorpresas o los movimientos bruscos y cuando se acerca un ratón se ponen nerviosos y un poco agresivos.

Elefante de guerra

Los elefantes se usaban para cargar contra el enemigo y provocar el terror en las filas contrarias. Su gruesa piel hacía difícil que se les pudiese herir o matar.

 

Los elefantes se usaban para cargar contra el enemigo y provocar el terror en las filas contrarias. Su gruesa piel hacía difícil que se les pudiese herir o matar.

Los elefantes de guerra fueron un arma importante, aunque no demasiado frecuente, en la historia militar de la Antigüedad. Eran utilizados normalmente mediante cargas contra el enemigo, para pisotear a grupos de enemigos y/o romper sus líneas. Se podían utilizar tanto elefantes macho como hembra. Los machos son animales más grandes, pero a menudo por su agresividad y su nerviosismo (sobre todo en época de apareamiento) no eran siempre bienvenidos.

 

Historia

Las primeras noticias de adiestramiento de elefantes son del valle del Indo hace alrededor de 4.000 años. Cabe destacar que adiestramiento no es lo mismo que domesticación. Mientras que los animales adiestrados son salvajes a los que se acostumbra a realizar tareas, los domésticos nacen y viven en cautividad. Los elefantes eran, pues cazados, y entrenados. La especie habitualmente utilizada era el elefante indio, de menor tamaño y más fácil de adiestrar que el africano, que sólo se utilizó en ciertas ocasiones.

Los primeros ejemplares adiestrados, por lo tanto, pertenecían a la especie Elephas maximus, y fueron utilizados en las labores agrícolas. Se sabe, sin embargo, que ya existían elefantes de guerra hacia el año 1100 adC., según se menciona en varios himnos sánscritos. Es también posible que la dinastía Shang de China hubiese adiestrado a los elefantes con propósitos militares alrededor de esa época, puesto que se sabe que vivían elefantes alrededor del Río Amarillo y que éstos eran adiestrados por los humanos.

Desde Oriente, el uso militar de los elefantes pasó al Imperio Persa, donde fueron empleados en varias campañas. La batalla de Gaugamela, que enfrentó, el 1 de octubre de 331 adC, al rey persa Darío III con Alejandro Magno, constituyó posiblemente el primer contacto de un ejército europeo con los elefantes de guerra. Los quince animales, situados en el centro de las líneas persas, causaron a los soldados macedonios una impresión tal que Alejandro sintió la necesidad de hacer un sacrificio al dios del miedo, Fobos, la noche anterior a la batalla. Gaugamela fue el mayor de los éxitos de Alejandro, pero los elefantes enemigos le impresionaron hasta el punto de que, en sus campañas posteriores, los incorporó a su propio ejército. Cinco años después, en la batalla del río Hydaspes, contra el rey Poros, Alejandro sabía perfectamente cómo enfrentarse a los elefantes en combate. Si bien todavía no contaba con elefantes entre sus filas, Poros, que gobernaba Panyab, Pakistán utilizó a 200 elefantes en la batalla, que pusieron en problemas a Alejandro, si bien logró finalmente vencer.

Por entonces, el reino de Magadha, situado más al este de la India y Bengala, tenían 6.000 elefantes de guerra. El monarca Chandragupta Maurya llegaría a tener más tarde 9.000 elefantes. Estos números eran mucho mayores a los que empeaban persas y griegos, lo cual suponía un golpe para la moral de los hombres de Alejandro y supuso en parte que se dejase de avanzar en la conquista de la región.[1]

Gracias a su éxito en las batallas, el uso militar de los elefantes se extendió por el mundo. Los sucesores de Alejandro, los Diádocos, utilizaron cientos de elefantes en sus campañas. Los egipcios y cartagineses iniciaron el adiestramiento de elefantes africanos con el mismo propósito, al igual que los númidas y los kushitas. La especie utilizada fue el elefante de la selva, concretamente el norteafricano, que terminaría por extinguirse a causa de su sobreexplotación. El elefante de la sabana africana, mayor que el de la selva, era mucho más difícil de adiestrar, y nunca fue ampliamente utilizado. Los elefantes que emplearon los egipcios en la batalla de Raphia en 217 adC eran menores que sus contrincantes asiáticos y, sin embargo, les dieron la victoria frente a Antíoco III Megas de Siria.

En la historia de Sri Lanka aparece que los elefantes se utilizaron como monturas de los reyes que dirigían a sus hombres en el campo de batalla. El elefante Kandula fue la montura del rey Dutthagamani (200 adC) y "Maha Pabbata" la montura del rey Elahara en su histórico encuentro en la batalla.

Plinio el Viejo (45 adC), uno de los grandes historiadores romanos, en el libro 6 de su 37 volúmenes de historia, dice que Megastenes había recogido la opinión de Onesicrito de que los elefantes de Sri Lanka eran más grandes y fieros y mejores para la batalla que cualquier otro. Por este motivo y por la proximidad de los elefantes al mar Sri Lanka comenzó a explotar un lucrativo negocio mediante la venta de elefantes. Incluso en tiempos de paz se utilizaba el aplastamiento por elefante para dar muerte a traidores y otros criminales.

En Europa, los elefantes fueron utilizados contra la República Romana por Pirro en la batalla de Heraclea, en 280 adC y por el general cartaginés Aníbal, durante la Segunda Guerra Púnica. Los elefantes de Cartago, que Aníbal guió a través de los Alpes, aterrorizaron a las legiones romanas. Sin embargo, los romanos encontraron un modo de contrarrestar el efecto devastador de la carga de los elefantes. En la batalla de Zama (202 adC), la carga de los elefantes resultó improductiva cuando los manípulos romanos simplemente se hicieron a un lado y les permitieron pasar. Siglo y medio después, en la batalla de Thapsus (46 adC), Julio César armó a los soldados de la Legión V con hachas para herir las patas de los elefantes. La legión fue capaz de resistir el ataque y el elefante se convirtió en adelante en su símbolo. La batalla de Thapsus fue el último momento histórico en que el uso militar de elefantes tuvo relevancia en Occidente.

Parece ser que un arma efectiva contra los elefantes eran los cerdos. Plinio el Viejo comenta que "los elefantes se asustan del menor chillido de un cerdo" (VIII, 1.27). El sitio de Megara fue roto cuando los megarenses vertieron aceite sobre una piara de cerdos, les prendieron fuego y los lanzaron contra los elefantes de guerra enemigos. Los elefantes se desbocaron, aterrorizados por los chillidos de los cerdos llameantes.

El Imperio Parto utilizó ocasionalmente a los elefantes de guerra en sus batallas contra el Imperio Romano, pero su importancia fue mucho mayor en tiempos del Imperio Sasánida. Los Sasánidas utilizaron a estas bestias en muchas de sus campañas contra sus enemigos occidentales, siendo una de las más memorables la Batalla de Avarayr, en la que los elefantes del Imperio causaron el pánico y aplastaron a los rebeldes armenios. Otro ejemplo es la Batalla de Kadesia, en dónde se utilizó un gran número de elefantes.

En la Edad Media, rara vez se usaron elefantes de guerra en Europa. Carlomagno poseía un elefante, Abul-Abbas, regalo del califa abásida Harún al-Raschid, y lo llevó consigo en sus campañas en Dinamarca en 804. También, gracias a las cruzadas, Federico II Hohenstaufen tuvo la oportunidad de capturar un elefante en Tierra Santa, para luego llegar a utilizarlo en la toma de Cremona de 1214.

En Oriente, en cambio, el uso militar de los elefantes continuó. Fueron los elefantes de un sultanato indio los que casi pusieron fin a las conquistas de Tamerlán. En 1398, el ejército de Tamerlán se enfrentó en batalla a más de un centenar de elefantes, y estuvo a punto de ser derrotado a causa del miedo que cundió entre sus soldados. Las crónicas históricas relatan que los turcos vencieron gracias a una ingeniosa estrategia: Tamerlán ordenó que se cargasen camellos con balas de paja a las que se prendió fuego. El humo asustó a los animales, que corrieron despavoridos hacia las filas enemigas, donde asustaron a su vez a los elefantes indios; éstos abandonaron sus posiciones y cargaron contra su propio ejército en su huida. Otra crónica de la misma campaña, escrita por Ahmed ibn Arabshah, relata que Tamerlán cubrió el campo de batalla con puntales de hierro gigantes que impidieron la carga de los elefantes. Posteriormente, Tamerlán incorporó estos animales a su ejército y los usó en sus campañas contra los turcos otomanos en Anatolia.

Está documentado que el rey Rajasinghe I empleó una falange de 2200 elefantes durante el asedio de la fortaleza portuguesa de Colombo (Sri Lanka) en 1558. El entrenamiento de los elefantes y sus mahouts en la isla correspondía en exclusiva al clan Kuruwe.

Sin embargo, con la extensión del uso de la pólvora en el siglo XV, las cargas de elefantes de guerra comenzaron a volverse obsoletas, ya que podían ser derribadas fácilmente mediante el disparo de cañones. Durante la Guerra de Secesión de Estados Unidos, el rey de Siam ofreció el servicio de sus animales al presidente Abraham Lincoln, cosa que él rechazó.

Los elefantes han seguido siendo usados, si bien no en batalla, con fines militares, hasta durante la Segunda Guerra Mundial, en aquellos casos en los que los animales podían realizar trabajos en lugares que serían muy problemáticos para la maquinaria.

 

Uso táctico

Los elefantes eran utilizados para multitud de propósitos. Dado su enorme tamaño, podían llevar cargas muy pesadas, lo que hacía de ellos un utilísimo medio de transporte hasta que los medios mecánicos sustituyeron esta necesidad. En batalla, solían ubicarse en el centro de las líneas, donde podían ser usados tanto para repeler una carga enemiga como para comenzar una propia.

Las cargas de los elefantes, que pueden llegar a alcanzar una velocidad de 30 km/h y, al contrario que una carga de caballería, no podían ser repelidas fácilmente por la infantería mediante el uso de lanzas. Su poder se basaba en la fuerza burta: chocar contra las filas enemigas, aplastarlas y voltear a la gente en el aire con los colmillos. Los hombres que no fuesen aplastados eran como poco golpeados y empujados hacia atrás. Además, el terror que podían inspirar los elefantes en un enemigo que no estuviese habituado a enfrentarse a ellos (incluso en los disciplinados legionarios romanos) podía llevarles a huir en estampida sólo con la primera carga. La caballería tampoco estaba a salvo de los elefantes, porque entre los caballos podía cundir el pánico fácilmente, y en mayor medida por la falta de costumbre del caballo al olor del elefante.

La dura piel del elefante le hacía muy difícil de matar o neutralizar de ningún modo, y su gran altura y masa servía de protección para quienes los montaban. Además de para cargar, los elefantes tenían un papel importante para dar una base estable y segura para los arqueros, que podían disparar flechas desde dentro del mismo campo de batalla, pudiendo alcanzar más objetivos. Las personas que iban subidas en el elefante llevaban arcos y flechas para atacar a la caballería e infantería, así como largas lanzas para el combate cuerpo a cuerpo. Los arqueros, por su parte, fueron evolucionando a otras armas de largo alcance más avanzadas: El Imperio Jemer y los reyes de la India utilizaron plataformas gigantes para ballestas para lanzar proyectiles que pudiesen atravesar armaduras y matar otros elefantes enemigos, así como caballería o carros. A finales del siglo XVI también se introdujeron armas de fuego, pero la pólvora acabó haciendo que los grandes y relativamente lentos elefantes fueran quedando obsoletos como herramientas de batalla.

Sin embargo, los elefantes también tenían tendencia a dejarse llevar por el pánico: tras aguantar una cantidad moderada de heridas o cuando moría su conductor, salían en estampida, causando bajas indiscriminadas por donde fuera que intentasen huir. Una estampida de huida podía causar grandes bajas en ambos bandos. Los romanos, por ejemplo, intentaban cortarles las trompas, a sabiendas de que causarían el pánico instantáneo y esperando que el elefante saliese huyendo hacia sus propias filas. Los hostigadores con jabalinas también se usaban para hacerles huir, puesto que las jabalinas y armas similares podían volver loco al elefante. Los deportes a caballo nacieron de los regimientos de caballería que entrenaban para incapacitar o hacer huir a los elefantes enemigos.

Los registros históricos de Sri Lanka relatan que se ataban pesadas cadenas de hierro con bolas de acero a las trompas de los elefantes, y que se les entrenaba para voltearlas de forma amenazante y con gran agilidad. Esta era una medida muy eficaz para mantener a las tropas enemigas a una cierta distancia.


Durante las Guerras Púnicas los elefantes de guerra llevaban armaduras pesadas y transportaban encima una torre, llamada howdah, con tres tripulantes: arqueros y/o hombres armados con sarissas (una pica de seis metros de largo). Los elefantes de guerra del bosque, más pequeños que los africanos o asiáticos, no eran tan fuertes como para poder aguantar un torre, y sólo llevaban dos o tres hombres. Aparte de éstos, también estaba el conductor (el mahout), normalmente un númida, que era el encargado de controlar al animal. El mahout también llevaba un cincel y n martillo para atravesárselo al animal por la espina dorsal y matarle en el caso de que saliese en estampida. Los elefantes se han comparado en ocasiones a los carros de combate de ls Segunda Guerra Mundial, pero sus usos tácticos son demasiado distintos entre ellos como para poder mantener dicha comparación.

Jayantha Jayawardhene en su "Elefante en Sri Lanka" (1994) da una visión de que los elefantes no eran algo en lo que se pudiese confiar en una batalla, salvo para intimidar al enemigo. Dice que, "se encontró que eran fáciles de asustar y que se alarmaban por sonidos que no fuesen familiares y que por ese motivo eran propensos a romper filas y huir."

 

Algunas batallas en las que se emplearon elefantes

 

Los elefantes de guerra en la cultura popular

 

Wikipedia

http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Elefante&action=history

 

http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Elefante_de_guerra&action=history

 

http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Aplastamiento_por_elefante&action=history

 

http://www.gnu.org/copyleft/fdl.html